Viernes día 3 de julio de 2015,
14:00 horas. Llegada a Santorini
desde Corfú. 398 millas recorridas. 24 horas de navegación.
Es Santorini una isla griega de
origen volcánico, perteneciente al archipiélago de las Cícladas.
Su puerto principal, Athinios no reúne las condiciones necesarias
para atracar los grandes buques, por lo que fue preciso fondear a cierta
distancia y establecer un servicio regular de lanchas motoras para el traslado de pasajeros.
Como el dolor que venía sufriendo
mi mujer en el pie derecho no cedió en ningún momento y además había que
transbordar con cierta dificultad a las lanchas, optó por quedarse en el barco,
en tanto yo me llegaba, al menos, para conocer Fira,
la población capital de la isla.
Fira se encuentra encaramada a
considerable altura en el borde de una zona acantilada, justo detrás del
puerto. La vista es impresionante. Para llegar a la cima existe una carretera
escalonada o un funicular.
Por la carretera solo se puede
subir a pie, lo que requiere tiempo y excelente preparación física, o bien un
tradicional servicio de burro-taxis,
que utilizaron numerosos pasajeros.
Como hubiera invertido
demasiado tiempo en la caminata (además, quizás ni lo hubiera logrado) y tampoco
me apetecía cabalgar yo solo en rucio cual Sancho Panza, opté por la ascensión
más rápida y cómoda: el funicular.
Me encantó recorrer sus
estrechas, empinadas y pintorescas calles, repletas de turistas, de tiendas y
servicios de restauración. Visité lo que parecía un importante templo ortodoxo.
Contemplé desde lo alto la espectacular
panorámica y regresé al barco.
A las 20:00 horas zarpamos con
rumbo a Atenas. Por babor pasamos muy próximos a un islote de negros pedruscos
de lava. Había allí un solitario yate resguardado en una pequeña ensenada. Ese
entorno tan apacible y solitario al atardecer nos transmitía un extraño
sentimiento, como una mezcla de serenidad y angustia; sentimiento que no sé
expresar con mayor precisión.
Continuamos navegando por el
mar Egeo, con aguas en calma y de un azul intenso, coronadas por pequeñas olas
rizadas de espuma blanca. Luego nos dijeron que esos colores representan las
bandas y la cruz de la bandera griega; cruz que además simboliza el
cristianismo ortodoxo.
Sábado 4 de julio. A las 7:00
horas, llegada al puerto del Pireo, desde Santorini. 127 millas recorridas. 11
horas de navegación.
A pesar de mi habitual interés
por la Geografía, confieso que estaba confundido con El Pireo. No sé por qué,
siempre supuse que se trataba poco más que del importante puerto que, desde la
antigüedad, sirve de conexión por mar a la cercana Atenas y me encontré con una
populosa ciudad de unos 185.000 habitantes.
La oferta de excursiones programadas
era muy variada. En nuestra situación precisábamos elegir la opción más cómoda
y sacrificar, tal vez, la más
interesante. En ese caso, elegimos: “Recorrido panorámico de Atenas en
trenecito”.
Partimos en autobús acompañados
por una amable guía griega, quien en un fluido español nos iba explicando todo
el entorno, en especial cuando pasamos por el puerto naval de Zea, cuyo origen
se remonta a los tiempos de Temístocles y las guerras contra los persas.
Hicimos parada en los
aparcamientos de la Acrópolis, para pasear o permanecer un tiempo limitado por
los alrededores del Partenón, que se
divisaba en la cima pero muy cercano, hasta tal punto que me llegué hasta los
Propileos: construcción de la misma época, que da acceso al mismo por la parte
occidental.
Allí subimos al trenecito. Vehículo diseñado para
recorrer la Plaka, como llaman al centro histórico, incluso serpentear por la
calles estrechas. Al final, en cualquier caso, nuestra elección resultó un
acierto.
Terminamos el trayecto en una
zona de la Plaka cercana al Arco de Adriano. Dispusimos de un tiempo libre
y allí volvió el autobús a recogernos, para regresar al barco. Pasamos por
Glifada, el barrio suburbial más grande de Atenas. En todo momento la guía nos
iba dando precisas explicaciones.
Disfrutamos de nuestra visita a
Atenas y sentimos respeto y admiración, al contemplar los monumentos antiguos
de esa ciudad, cuna de nuestra civilización.
A las 13:00 horas zarpamos con
rumbo a Estambul, pero esa singladura queda ya para un próximo capítulo, con el que daré término al relato de este viaje.