lunes, 30 de noviembre de 2015

Viaje a Nueva York, 2



-ALTO Y BAJO MANHATTAN.- De las excursiones turísticas previamente contratadas, se encargó la empresa “Todo New York. Visitas en Español”. Puntualmente, como estaba previsto, a las 8,50 horas del día siguiente, o sea, el sábado 25 de septiembre, ya estaba a la puerta de hotel un vehículo de unas nueve plazas, conducido por Gerardo, un argentino que nos serviría de guía también en otras ocasiones. Hombre simpático, amable, conversador y un gran conocedor de la ciudad. Precisamente, eran mayoría las personas de esa nacionalidad las que nos solían acompañar. También, a veces, algunos españoles. Todos resultaron siempre una grata compañía.


Por la zona norte de la ciudad, paramos y paseamos por Central Park para ver unos motivos alegóricos dedicados a John Lennon y el edificio Dakota, lugar donde vivió y a cuyas puertas fue asesinado. Después recorrimos el barrio de Harlem, que Gerardo nos fue explicando con todo detalle. De vuelta nos detuvimos para visitar la catedral episcopaliana de St. John the Divine.

Por la zona sur paramos en Madison Square Park, para pasear y contemplar los edificios de la zona, especialmente el rascacielos Flatiron, llamado así por su forma, el “Edificio Plancha” en español, uno de los más antiguos de la ciudad.
Seguimos por Chelsea, Green Village, Little Italy, Chinatown, Wall Street, Zona Cero… y finalizamos en la punta que da al mar, donde Gerardo nos recomendó embarcar por nuestra cuenta en el ferry gratuito que llega al municipio de Staten Island. Pero este punto queda para los apartados de nuestros propios recorridos.




-MISA GOSPEL.- A las nueve de la mañana del domingo 26, nos recogieron para asistir a una misa en una iglesia de culto cristiano baptista en el barrio de Harlem. Se celebraba con canciones y música gospel interpretada por hombres y mujeres afroamericanos, como se dice ahora. El conjunto de sus voces, movimientos y vestuario representaban todo  un espectáculo para los presentes, situados en unas gradas dentro del templo.


Visitamos las pintorescas calles de los alrededores y el exterior de la cercana Mansión de Morris-Jumel, cuartel general de George Washington, cuando la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos.

A mediodía terminamos la excursión. Mi mujer y yo, recomendados por el guía, entramos para comer en el Stardust, un restaurante situado en una esquina de la calle 51 con Broadway. También dejo este relato para el apartado de nuestras vivencias en solitario.


-CONTRASTES DE NUEVA YORK.- Como excursión de mayor duración por la ciudad, ya a las 8 de la mañana de día 28 nos recogió el guía Gerardo a las puertas del hotel.

Nuevamente, iniciamos el desplazamiento hacia el norte de Manhattan, pero esta vez llegamos hasta el extremo del Bronx, a la zona de River Dale, toda de mansiones y bosques. Como contraste, de retorno paramos cerca del estadio de los New York Yankees y recorrimos el barrio popular con paredes cubiertas de grafitis por todos lados, botas colgadas por todo el tendido urbano de cables y nutridas colas de personas a las puertas de los juzgados, donde se celebran juicios durante las 24 horas del día. La presencia policial era notoria, incluso con garitas situadas en alto. Aún así, nos informó Gerardo que, en alguna ocasión, tuvieron que poner rejillas protectoras en los cristales de los vehículos de la policía y nos aconsejó no aparecer solos por allí.


En dirección opuesta, cruzamos el East River para llegar a los dos municipios neoyorquinos enclavados en Long Island. Primero recorrimos Queens, parando en su zona residencial de Forest Hill y Malba, parando también cerca del estadio de los Mets, para a continuación, seguir hasta Brooklyn, transitar por sus calles, especialmente por el barrio de los judíos más ortodoxos y detenernos junto a su famoso puente para contemplar Manhattan desde esta orilla del río. Tras ello, finalizamos la excursión regresando a los respectivos hoteles.


-DE COMPRAS A NUEVA JERSEY.- Como última de estas excursiones, también habíamos contratado, desde la mañana a la tarde del día 29, un viaje de compras a un centro comercial libre de impuestos de artículos de primeras marcas a precios muy inferiores a los del mercado convencional. Ese día nuestro competente  guía y conductor era un colombiano: Lucas.

Después de una hora de recorrido por ese Estado lindante con el de Nueva York, llegamos a nuestro destino. Se trataba de un enorme complejo comercial construido en forma de poblado y dotado de todos los servicios necesarios. Destacaban también su limpieza y su entorno, rodeado de colinas y bosques verdes y frondosos.

Mira por dónde que yo, poco o nada amante de las compras, me sentí atraído por tan gran variedad de productos y de tiendas alineadas formando calles; así que nada más llegar, entré con mi mujer en el establecimiento de la  marca “Nautica”. Vi algunos artículos en los que destacaban unos carteles en caracteres rojos en los que solo leí “10 dólares”. Me pareció muy barato y le pregunté a la que aparentaba ser la dueña de la tienda con mi limitado conocimiento del inglés, ya que parecía que ella no hablaba español: Only ten dollars?, only ten dollars? Me respondió: Yes, only ten dollars. Quedé sorprendido. Me faltó tiempo para dirigirme a mi mujer y comentarle: “¡Estos precios son una “bicoca”, podemos llevar regalos para toda la familia y amigos. Mira, mira, he cogido estas tres prendas por solo diez dólares cada una!” --no se lo creía, ¡no podía creérselo!-- “¿Ah, qué, no lo crees? Pues te vas a convencer, ahora voy a caja a pagarlo”.

La joven cajera sí hablaba español y cuando le presenté los tres artículos me informó de un importe de ¡ciento cincuenta dólares! “¡No puede ser!, ¡no puede ser!, yo mismo los he cogido de aquellas perchas. Sí… de aquellas de allí… a la entrada, y marcaban diez dólares cada uno”. Me sonrió, tal vez pensando: “¿de dónde se habrá “escapao” éste?” y me contestó: “Sí, sí, diez dólares, ¡pero de descuento sobre el precio marcado!” Efectivamente, cada etiqueta indicaba sesenta dólares. Ya no me pareció oportuno dar “marcha atrás”. Se acercó mi mujer que suponía lo que iba a pasar y acordamos pagar lo cogido, porque ella sabía que aún así eran precios inferiores a los de las tiendas tradicionales.

En adelante, continuamos con las compras, pero yo ya, descontento conmigo mismo por mi fracaso con lo que creía eran unas “gangas”, me quedaba rezagado esperando mientras mi mujer, ya que estábamos allí, pero no demasiado convencida con los precios, porque también en determinados centros comerciales de España podíamos adquirir esos artículos a similar valor, buscaba al menos, algunos típicos de los Estados Unidos para traerlos como regalo a familiares. Curiosamente, en cuanto a las marcas, nos dimos cuenta que al final, en las etiquetas de todas las que vimos, ponía “Made in China”.

Cuando cargábamos los bultos en el vehículo, vi en el maletero un uniforme y demás complementos de Policía Local de Nueva York. Me informó Lucas, con quien había conversado bastante durante toda la jornada, que era suyo y que lo llevaba porque le tocaba turno esa misma noche. Admirables nuestros hermanos de Hispanoamérica, que allí llaman hispanos, porque están presentes en todos los estamentos de la ciudad. Principalmente a ellos debemos que el idioma español sea con mucha diferencia la segunda lengua más hablada de la ciudad, donde llegamos al anochecer.

Bueno, pues hasta la siguiente entrada.