jueves, 14 de febrero de 2013

Las cosas del Coy



Esta entrada, que creo divertida, representa un paréntesis con relación a los escritos de mis vivencias y anécdotas. Pretendo con ello, aunque sea excepcionalmente, romper la monotonía que representa la progresión de relatos personales desde mi época de niño

Juan Coy Sánchez (foto de cabecera), natural de Villanueva del Rio y Minas (Sevilla) es un excelente amigo mío desde largos años atrás. De carácter afable, servicial, amigo de sus amigos, es lo que se llama un "buscavidas". En resumen, una buena persona que siempre tiene pendiente algún quehacer entre manos.

Precisamente, por ese antiguo y continuo ajetreo en la "Universidad de la Vida", posee un extenso repertorio de frases y refranes populares que, con su torrente de voz y fácil carcajada, aplica repetidamente en los momentos apropiados de  tertulia. De forma especial, durante las tensas partidas de dominó disputadas en la Asociación "Los Colores" de Sevilla, de la que ambos formamos parte.  Detallo a continuación los dichos más comunes, que en estos momentos me vienen a la memoria:

Eres como la ratita Aurora, que cuando se la meten chilla y cuando se la sacan llora.- Aplicado a las personas que se están lamentando continuamente y si es jugando al dominó, siempre se quejan de su suerte adversa con las fichas que le tocan en suerte.

Sois como una candelita de papel.- Lo dice a los rivales que han empezado ganando de forma fulgurante y después terminan perdiendo.

¡Ya pagará el francés el vino que se bebió!.- En realidad esa expresión está relacionada con la ocupación francesa durante la Guerra de la Independencia. Hay varias versiones pero, en éste caso, mi amigo la emplea como "grito" de venganza contra quienes  han resultado sus vencedores en alguna partida.

¡Echa vino montañés, que lo paga Luis de Vargas!.- Un verso del poema de Fernando Villalón sobre los Siete Niños de Écija, pero que Coy emplea para dirigirse al camarero cuando ha terminado victorioso y, previamente, se había apostado la "convidá".

Gratis, cueste lo que cueste.-  Esto lo aplica cuando lo invitan, porque no considera de "buena educación" rechazar ofrecimientos. Bueno, últimamente anda con sus cuidos y hace frecuentes excepciones. La verdad es que si hay que "estirarse" tampoco se echa "pa´trás".

En la casa que no hay gobierno, a cachitos se va el pan tierno.- Cuando los rivales pierden por sus repetidos fallos y no por la adversidad en el desarrollo del juego.

¿Qué?, ¡ahora resulta que los pollos se la quieren dar a los recoveros!.- Viene a cuento cuando percibe que un jugador, a quien considera más inexperto, pretende de él  que cometa una jugada errónea, propicia para el rival.

¡Estos pollos bien se pelan!.- Se relaciona con el dicho anterior, pero en este caso lo emplea cuando, con un compañero que considera experto, se van a enfrentar contra dos rivales que considera noveles. Pero claro, como en el juego del dominó influye el azar en buena medida, no es extraño que los "pollos" se conviertan en "águilas" y termine levantandose de la mesa derrotado y recibiendo improperios. Aún así no escarmienta, tiene anchas espaldas y mucho aguante.

Y el tabernero, viendo que no vendía, ¡también bebía!.- Situación apropiada cuando el servicio de bar atraviesa un momento ruinoso y sorprende al concesionario o a algún camarero, dandose un "lingotazo".

¡Qué te gusta el pan de pico, Federico!.- Lo dirige al comensal o bebedor cuando lo está haciendo con delectación.

El día está para comer con los suegros y después acostarse con la hija.- Lo refiere con frecuencia en esos días desapacibles por el viento, la lluvia y el frío. El complemento ideal sería un temporal de nieve, pero eso no ocurre en Sevilla capital, desde el año 1954.

Bueno, pues dejaré abierto este episodio, por si le escucho alguna ocurrencia nueva o que yo la recuerde.


lunes, 4 de febrero de 2013

Bilbao



Érase un día de finales de enero de 1972 cuando una mañana temprano, conduciendo mi coche, un Renault modelo R-8, partía yo desde Sevilla camino de Bilbao, donde había de incorporame a mi nuevo puesto de trabajo en las oficinas centrales de S.A. Echevarría, según comentaba en el episodio anterior. Como en aquellos tiempos las carretras nacionales solo disponían de un carril para cada dirección, con la excepción de unos tramos de autovía a la salida de Sevilla y otros  más prolongados a la entrada y salida de Madrid, ciudad que había de cruzarse, por estar aún en construcción su primera ronda de circunvalación, (M-30), el viaje continuado hubiera resultado agotador y de muchas horas de duración,  por lo que hice un alto en el camino para pasar la noche, no recuerdo bien si en Aranjuez con mi hermano Quico o en Torrelaguna, con mi hermana Chari.

El día uno de febrero de ese año me presenté en mi nuevo destino laboral. La Oficina Central de la empresa, que ya conocía por tres estancias anteriores, la componía un importante edificio de siete plantas, situado en el mismo centro de la ciudad. S. A. Echevarría era en Bilbao una entidad emblemática y longeva, donde habían trabajado hasta abuelos de los trabajadores de entonces, por lo que representaba una gran familia de unos 5.500 empleados. Contaba entonces con tres amplísimas fábricas, una en la ciudad y las otras en municipios cercanos, donde se fabricaban una extensa gama de aceros especiales y productos afines. No negaré que en un principio tuve unos pasajeros problemas de "encaje", pero pronto superados, me identifiqué plenamente con mis compañeros,con el pueblo vasco en general y más concretamente con el bilbaino. Desde entonces comencé de nuevo a asistir al trabajo con ilusión. Por otra parte viajaba los fines de semana, por lo que llegué a conocer todo el país, sus bellos paisajes, las otras capitales y la mayoría de los pueblos. También todos los territorios próximos.

Después de más de cuatro años,me destinaron a la Oficina Central de Comercial de Aceros Heva, situada en la fábrica de Basauri, pueblo próximo a Bilbao. Esa empresa era filial de S.A. Echevarría (HEVA era también la marca de los aceros). No voy a aburrir con detallar mis funciones, solo diré que ante las dificultades empleaba el método  que me habían transmitido: Cortando cojones se aprende a capar, o sea, no arredrarse ante las dificultades. Con práctica y resolución éstas se superan. Claro, en esos casos no falta alguien que comente al igual que en la leyenda del huevo de Colón: Así lo hubiera hecho yo también. Para eso estaba la respuesta: Sí, vistos los cojones, macho. Lo cierto es que, en general, trabajábamos con decisión y eficacia.

Esa larga etapa fue importantisima en mi vida, por mi plena juventud ya madurada, por la experiencia laboral y humana y porque allí nacieron mis hijos, Fco. Javier y Rosa, de los que me siento orgulloso, supongo que como la mayoría de los padres. Cultivé con innumerables personas, el firme concepto que tiene el pueblo vasco de la amistad, (que también valoramos en otras latitudes); amistad que sigo manteniendo en algunos casos pero, como como es sabido, el tiempo y la distancia todo lo arrasa, pero su recuerdo siempre permanecerá en mi mente, como estoy seguro que ellos me recordarán a mi. Se suele decir: Cada uno cuenta la feria como le va.  Pues a mi me fue muy bien. Si no dijera esto me convertiría en un ingrato y es para mi la ingratitud, uno de los mayores defectos humanos.

Pero mira por dónde que, en una reestructuración de la plantilla de trabajadores quedó vacante el puesto de Delegado de Comercial de Aceros Heva para la zona Sur, que comprendía Andalucía y Extremadura. No es que yo tuviese apetencia por esa labor en sí, pues para mí no representaba un ascenso con relación a la que desempeñaba en Basauri, pero al fin y al cabo volvíamos cerca de mi natal Extremadura y de la familia en Sevilla, así que ese puesto ocuparía a partir del uno de setiembre de 1982. Dejaba atrás más de diez años de vida bilbaína que llegaría a los once con las anteriores estancias temporales. Tuve el honor de que, compañeros y amigos de distintos departamentos y de todos los niveles laborales, me ofrecieran cenas o comidas como homenaje de despedida, con sus correspondientes obsequios como se acostumbraba para esos y otros casos similares. Nunca lo olvidaré

P.D. Otra frase típica que escuchaba con frecuencia y que y que yo sigo empleando es: ¡Sí y después te despiertas con la mano en el orinal!, o la escupidera, como decimos en el sur. Es como una variante del cuento de la lechera, apropiada para aplicarla como respuesta a esas personas soñadoras, que te están contando unas pretensiones que no son más que ilusiones vanas.