CRUCERO
POR EL MEDITERRÁNEO.
Excepto las dos últimas entradas
dedicadas a temas dispares, últimamente centraba mis publicaciones en viajes
juntos a mi mujer. Solo pretendo con ello que aquí queden recogidos. Al menos
los destacados, siquiera para nuestro recuerdo.
El último de ellos tuvo lugar por
las Ciudades Imperiales en el 2018. El año siguiente, un problema de salud
familiar imposibilitó los desplazamientos.
En el 2020, fueron los
imperativos de las medidas sanitarias impuestas por la pandemia del covid-19,
de la que aún sufrimos los coletazos, los que impidieron los viajes.
Como ya avanzado 2021 era posible
viajar cumpliendo determinadas medidas satinarías preventivas y a determinadas
zonas geográficas, aprovechamos ya en septiembre para pasar unos días en Punta
Umbría, Huelva.
Pues bien, de nuevo este año de 2022,
entre el 10 y el 17 de septiembre, hemos optado por repetir un crucero, aunque,
en esta ocasión, con singladuras más próximas a España que en los dos
precedentes. Partida en el Costa Firenze, desde Barcelona. Además, esta
vez, nos ha acompañado un matrimonio amigo.
Camarote con balcón para el
disfrute más particular de mi mujer, no dispuesta ahora para las caminatas de
las excursiones, mientras yo con los amigos recorríamos las ciudades cercanas a
los puertos de atraque.
No he tomado los apuntes oportunos y
precisos de otras veces para la narrativa, así que he de fiar de memoria de lo
visto o recuerdo de lo explicado por las guías, para componer esta única
entrada extractada.
CAGLIARI, CERDEÑA.
Zarpamos de Barcelona el sábado día 10 a
las 19 horas y no arribamos a puerto hasta el lunes día 12 a las 07,00. 36
horas de navegación para tan escasas millas de distancia entre ambas ciudades,
apunta a que, en ese trayecto, el barco navegase lento para ajustar los
horarios de la singladura.
Claro que, ese largo tiempo al
principio, resulta muy conveniente para conocer los lugares de atención,
comedores y centros de actividades y entretenimiento, que ofrece una ciudad
flotante de hasta 15 cubiertas en proa, con una eslora de 329 metros y unos
miles de personas a bordo. Solo la tripulación alcanza las 1.200.
La excursión en autobús a que nos
apuntamos resultó sencilla y de corta duración. Parada, leve recorrido y
explicaciones de la guía por la parte alta de la ciudad, donde se conservan
edificios o fortines de cuando la isla perteneció a la Corona de Aragón y luego
a España. Bellas vistas de la misma.
Desde el autobús hube de tomar la
foto que precede del monasterio mercedario de Nuestra Señora de la Bonaira,
de ahí su escasa calidad. La guía nos explicó que data del siglo XIV, de
tiempos del reino de Aragón, pero luego ampliado en el siglo XVIII.
Esa advocación genera una curiosa
historia: asentada en Sevilla la Universidad de Mareantes para la formación
náutica con vistas a las navegaciones con las entonces conocidas como las
Indias (América), se veneró y se continúa venerando, una imagen de la virgen
basada en la de Cagliari, conocida como del Buen Aire.
En 1536, fundándose en ese fervor,
Pedro de Mendoza, en la primera fundación de la ciudad hoy conocida como Buenos
Aires, le dio el nombre de Real de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre.
PALERMO, SICILIA.
A primera hora de la mañana del martes
día 13 ya estábamos en el puerto de Palermo. Poco después del desayuno, ya
dentro de un autobús, dispuestos para una excursión de dificultad media por
alguna caminata.
Primero, subida por carretera
tortuosa y estrecha hasta arriba del Monte Pelegrino, con parada cercana a la
cueva donde vivió y se venera a Santa Rosalía, patrona de la ciudad. Allí se encontraron sus restos, presentes
como reliquia en la catedral. Las vistas desde allí de la ciudad y marinas son
espectaculares.
Después recorridos por los
alrededores marinos y lacustres, famosa playa de Mondello, que resulta que es
de propiedad particular, luego por el centro histórico, donde se conservan
puertas de origen del Reino de Aragón. Parada y caminata hasta la catedral,
templo considerado Patrimonio de la Humanidad.
Coincidió que no nos fue posible
la visita por el interior por celebrarse una boda en aquellos momentos.
CIVITAVECCHIA (ROMA)
Miércoles día 14. Llegada al
puerto de conexión con Roma. Como las excursiones se prolongaban unas 10 horas
y yo conocía la ciudad, decidí no acompañar a nuestros amigos, permanecer a
bordo y no dejar sola a mi mujer tanto tiempo. Ni siquiera bajé a tierra, toda
vez que la zona urbana estaba muy alejada y no me ofrecía atractivos relevantes.
En cambio, en el barco puedes disfrutar de distracciones suficientes. Incluso por la mañana.
GÉNOVA, ITALIA.
Jueves día 15. En esa ocasión no
conseguimos apuntarnos a excursión alguna, pero, como excepción, el puerto está
muy próximo a la ciudad, tras el desayuno, me uní a los amigos, tomamos el
metro, que, curiosamente, es gratuito desde las 10 hasta las 16 horas y solo a
la segunda parada ya pisábamos el casco histórico.
Recorrido a pie rebasadas las dos horas y
media, pero resultó maravilloso y ajustado a nuestro capricho. Visitamos por
dentro y por fuera la basílica de San Siro, la catedral de San Lorenzo,
pateamos las calles más típicas, llegamos hasta la amplia plaza Ferrari
adornada con la belleza de sus fuentes.
Antes de iniciar el retorno
visitando lugares nuevos, paramos en la casa natal de Cristóbal
Colón. Aunque últimamente las investigaciones se inclinan por esa veracidad
de nacimiento, en realidad no está científicamente probado. Pero bueno, allí si
lo consideran cierto y es muy posible que así sea.
MARSELLA, FRANCIA.
Viernes 16 de octubre, víspera
del final de singladura. En esa mañana, previamente apuntados, iniciamos una
excursión de dificultad media, por los recorridos a pie, a aparte de tramos en
autobús.
Nos dirigía una guía menudita,
ágil y de rápido caminar. Unas señoras quedaron rezagadas desde el principio y
tuvo que tomar medidas de retorno al barco. Medida correcta. Si no se está en
condiciones de adaptarse al ritmo del grupo, exigido por imperativo de tiempo,
mejor no sumarse. Como ya dije, por tal motivo, mi mujer permanecía a bordo.
Aunque, como es conocido, Marsella fue un
enclave de vital importancia para griegos y romanos, las murallas del puerto ya
están reconstruidas en el siglo XVI. El largo recorrido de la marcha en su
inicio por la zona portuaria resultó sumamente aburrido.
Ya cerca de autobús, la guía nos
señaló un monte a lo lejos donde se levanta la basílica de Notre-Dame de la
Garde. En su torre se erige la imagen de la virgen. En la ciudad siguen la
tradición de no levantar edificio alguno que supere esa altura.
También, no muy lejano en el mar,
nos señaló un pequeño archipiélago, al que pertenece el islote y castillo de
IF, donde permaneció prisionero Edmundo Dantés, el conde de Montecristo, según
la novela de Alejandro Dumas. Luego lo pude divisar y fotografiar desde la
cubierta superior al aire libre del barco.
Seguimos por una zona de
edificios reconstruidos tras los bombardeos de la II Guerra Mundial, menos el
del ayuntamiento, que permaneció en pie.
Luego cuestas y más cuestas
empinadas, para adentrarnos en el barrio típico y de los artistas conocido por Le
Panier. Parada y tiempo libre en una de sus plazas, junto al Hospicio de la
Caridad, que sirvió en su día de acogida a los afectados por la lepra o el
cólera. Actualmente museos y exposiciones. Allí se disponía de servicios
gratuitos, algo extraño en tales ocasiones.
Autobús y parada final poco antes
del embarque para visitar por dentro y fuera la catedral Notre-Dame de la
Major. Un bello templo, pero en realidad moderno, pues data de finales del
siglo XIX.
BARCELONA, ESPAÑA.
Y llegó el sábado 17 de octubre.
Se acabaron las navegaciones, se acabaron las actividades internas y se
acabaron las excursiones. Se acabó lo que se daba.
Siempre termina de una forma triste, pues,
aunque la noche anterior continúan algunas diversiones internas, el equipaje a
facturar identificado por colores y destinos debe quedar fuera del camarote
antes de la 01,00 horas; camarotes que han de quedar libres a las 9.30 de la
mañana.
Eso sí, el desayuno está incluido y eres
atendido en cualquier otro servicio hasta que pasan a recogerte para la
estación o aeropuerto.
En nuestro caso nos correspondía
permanecer en el barco hasta las 13 horas. Así que, lo más cómodo era dormitar
a ratos al aire libre en las hamacas de proa en el puente 15.
Luego prolongada espera en la estación de
Sants, para partir en el AVE de la 16,45 a Sevilla. Retraso, llegada media hora
tarde, sobre las 22, pero bien.
VALE.